EL CRONISTA SECRETO

Se oían los primeros cantos de los gallos.
Las luces del amanecer empezaban a clarear las riberas del Río de la Plata.
Y a esas insólitas horas de un sábado partieron los sacrificados padres y madres a llevar a sus hijos a jugar encuentros de rugby entre los dueños de casa del Liceo Naval y otros entusiastas niños de Belgrano Athletic y del Liceo Militar.
Este cronista tuvo la oportunidad de admirar el espectáculo de la naturaleza, ya que no hubo ocasión posterior de ver algo del rugby que hace algunas fechas prometían los chicos.
Es indudable, que la continuidad de partidos inter clubes, hace imposible que el conocimiento, la dedicación y el entusiasmo de los entrenadores puedan ser
transmitidos a los pequeños atletas sin las alternativas del enriquecedor entrenamiento que tan bien absorbieran en las primeras jornadas del año.
Con el riesgo de hacer extenso este comentario, debo destacar el respeto permanente del conjunto de estos entrenadores hacia sus dirigidos, ya que en las competencias no presionan ni acucian a los chicos, cosa que se observa , aun en el rol de árbitros , en la mayor parte de sus pares de otros clubes.
Volviendo a la competencia se observó algo que se me ocurre en llamar grado de
maduración.
Cuando se enfrentaban a equipos que denotaban cierto tiempo de jugar juntos, los chicos del Liceo se veían superados.
Cuando enfrentaban a los equipos menos maduros no tenían dificultad en que las
individualidades pudieran desnivelar los resultados.
En mi opinión se hace necesario volver al ritmo de competencia mas espaciado del comienzo de temporada y a reinsertar el espíritu del rugby que esos chicos podrían correr el riesgo de perder.
Podrá parecer no tan divertido, pero es necesario.
Positiva ha sido la decisión de llevar a estos pequeños y sus padres a ser partícipes de un encuentro de nuestra selección nacional LOS PUMAS y ver a que se puede llegar después de mucho tiempo de esfuerzo y dedicación ; lugar al que llegan pocos, pero que toda la familia del rugby acompaña con el cariño y la satisfacción del éxito de algo propio, fuera cual fuere el resultado.

EL CRONISTA SECRETO